Helohim Jair Abraham Valdés Sánchez
La escuela como institución es uno de los aparatos ideológicos
del estado (Althouser) ideal para moldear
al sujeto y para cubrir necesidades específicas de quien asume el poder y de
los que no ejercen su poder y eligen ser parte de la producción y consumo.
Satisfechos en un estado de alienación hedonista y de satisfacción de deseos
fabricados, es decir, sujetos que existen y se educan para laborar, consumir y hacer cumplir sus deseos
preconcebidos, diseñados por terceros, que colocan al individuo en un estado de
vacío jamás superado, al no cubrir necesidades
y deseos propios.
Reprimir, limitar los deseos permitió la convivencia en
la tribu, en la comunidad, en la sociedad mediante el establecimiento de
reglas, pero hoy en día la escuela
pretende decirnos cómo debemos ser y que “competencias” debemos adquirir para
poder ser y para poder ser eficientes, individuos productivos y eficientes para
un agente desconocido o para una empresa muy reconocida, una institución que
cobra vida y se mantiene de pie por
nuestra complicidad mafiosa y ominosa con la institución, que además resulta
ser esa gran institución empresarial, educativa, industrial, bancaria que
carece de valores y ética y que no debe reprimirse, ni limitarse, puede arrasar
con el medio ambiente, con una comunidad indígena, con un poblado, con un
barrio, con la clase trabajadora, con la clase estudiantil en el nombre de la
religión, la ciencia, la política, la educación y la economía.
No se debe mal entender el propósito de instruir y educar
o de dotar de competencias al ser humano, lo grave radica en solo transmitir
conocimientos específicos para el desempeño y desenvolvimiento de la persona
olvidando a propósito las enseñanzas y conocimientos que humanizan al animal
humano y que pueden fomentar en él un hábito, de trabajar para y con la
humanidad.
A lo largo de la historia de la pedagogía, han existido
escuelas, tendencias y propuestas que de la mano de otras ciencias y áreas de
estudio han buscado responder y mejorar
las propias condiciones educativas y formativas, para que como resultado el
sujeto responda de forma adecuada a la sociedad.
La psicología nos
ha permitido entender que existen condiciones que favorecen o perjudican la
educación. Sin embargo como todo descubrimiento científico que el hombre
realiza, el mismo hombre parece utilizarlo para controlar y dominar no sólo a
la propia especie, sino a todo ser vivo en el planeta, al medio ambiente y pareciera
que incluso la futura vida en otro planeta. Así pues por ejemplo para muchos
sabios de la pedagogía, como para muchos simples estudiantes, el conductismo
pareciera ser una herramienta de control que por cierto encaja perfectamente
con el modelo de entrenamiento y moldeamiento en competencias.
Así como desde la biología, las matemáticas y la química
se han utilizado los avances tecnológicos y científicos para controlar y
dominar desde la industria armamentista, farmacéutica y alimentaria, las
instituciones educativas se crean para moldear, controlar e influir en las
personas a conveniencia de los pocos que tienen el poder económico, político y
militar.
Ferriére señala lo que parece tener eco aun en nuestros
días sobre el hecho de que “la escuela se
ha esforzado para formar al niño para la obediencia pasiva y no ha hecho nada
para desenvolver su espíritu crítico.”
El psicoanálisis es menos preciado en el ámbito
educativo, cuando debería ser valorado en los programas de estudio con la misma
importancia que las técnicas y herramientas psicológicas para medir y realizar
test. La educación es un ideal, que si bien por una parte aterriza propuestas y
está en constante evaluación para obtener lo mejor de los seres humanos por los
seres humanos, también constantemente olvida lo que Freud escribe acerca de la
pulsión; “siempre algo del orden de la
pulsión de muerte, de la destructividad, amenaza irrumpir en aquello que la
pulsión de vida ha unificado y ligado”.
Podemos enterrar, sepultar nuestros más profundos deseos,
disimular nuestro comportamiento, domarlo, pero la educación por sí sola no
puede contener manifestaciones violentas, agresivas o extrañas, los países como
Finlandia, Holanda, Suiza no generan noticias escandalosas por masacres,
asesinatos, desapariciones, ecocidio, violaciones, tortura, represión por el
hecho de que sus instituciones educativas y su ciudadanía han asumido el
compromiso de ser honestos no solo con ellos mismos en lo individual, sino
también a través de sus instituciones, no hay una máscara o un doble discurso,
la educación funciona porque el objetivo, la misión y la visión están pensados
en función de vivir en equilibrio con la humanidad y el medio ambiente, han
entendido que el juego de la superioridad y el control sobre el otro, es una
trampa que los arrastra a ellos mismos y que el costo se traduce en irritación,
violencia y crimen. ¿Cómo el Estado me pide vivir dentro de la moralidad,
renunciar a mis instintos de poder, de control, de deseo cuando es el mismo
Estado el que no hace respetar las normas, las leyes y las transgrede? ¿Cómo la
empresa me pide cuidar el medio ambiente y respetar a mis compañeros de
trabajo, cuando es la misma empresa la que arrasa con los recursos naturales y
contamina, cuando es la misma empresa la que establece la competencia, la
individualidad, la guerra, el conflicto, la persecución violenta por el salario
y sepulta el trabajo colectivo y colaborativo?
La escuela le teme a la violencia, pero la violencia no
le teme a la educación, quienes integramos el aparato educativo, no hemos hecho
nada por asumir el poder y combatir las fuentes de la violencia, nos hemos
preocupado más por mimar, tolerar, y facilitar
el camino al libertinaje. Entiéndase que no hablo de una escuela
tradicional que reprima y violente, hablo de un compromiso por asumir nuestro
rol como maestros y alumnos, como padres e hijos ya que también en el contexto
de libertad, sedemos autoridad porque tenemos miedo a que los hijos y los
alumnos nos regañen, a que nuestros maestros y padres nos corrijan, a que el
gobierno nos reprima y nos castigue, a que la empresa nos corra y nos remplace,
vivimos a la defensiva pero tampoco atacamos, no generamos propuestas, no
opinamos, no nos manifestamos, no gritamos, no nos defendemos, reprimimos el
deseo y no lo expresamos, somos pilas para un sistema que nos chupa la energía
y somos bombas caminando que un día explotamos y realizamos actos fuera de las
normas morales y legales en respuesta a toda la violencia que el Estado, la
sociedad o el otro ha ejercido contra nosotros o bombas víctimas de una implosión y morimos lenta o fugazmente.
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