“Somos luz donde nadie nos ve”
Jair Valdés.
Es
triste decir y es triste escribir y aceptar que mucho tiene de ficción la
realidad y que nada de realidad tiene la ficción. Los mundos se encuentran
revueltos y dispersos, los sueños dejan de ser anhelos y se convierten en
pesadillas, cargas imposibles y hechos que debemos dejar de lado mientras el
asedio de la realidad hostiga, golpea y dinamita cualquier posibilidad del
humano y de todo ser vivo no por el mundo ideal, sino acaso apenas por
sobrevivir.
Nuestra
realidad está llena de claro oscuros mucho de ficción y sueños creados, nuestro
camino y nuestras decisiones, nuestra educación y el molde que utilizan las
empresas educativas, gran parte de lo que muchos deciden a sido decido por
otros, administrado en pequeñas dosis comerciales, para que el sujeto alimente
su ego, su vanidad, su status, su imagen, todo lo que le han dicho que debe
transmitir en la forma y no en el fondo.
De
nada sirve que el individuo luche por alimentarse o por educarse, es mejor que
vista bien, que luzca excelente, que aparente ser lo que jamás será y que
reciba el salario que siempre será lo justo que reciba. Me adhiero a la
expresión que rescata Galeano de Monsiváis; sobre como documentamos nuestro
optimismo, en la que considero que no solo el latinoamericano es ingenuo e
infante, la geopolítica y la globalización se han encargado de expandir el
neoliberalismo y las consecuencias degradantes que arrastra, para igualar en
efecto la idea del como deber ser el sujeto aunque existan desigualdades en las
oportunidades que el sistema nos brinda a unos y a otros.
No
hace falta profundizar mucho al respecto, todos tenemos ejemplos de vida de
este mundo al revés que ha constituido el modelo neoliberal al cual yo sumaria
el término fascista neoliberal, Galeano ejemplifica y respalda con datos,
ejemplos e historias de vida la cruel condición a la que hemos llegado, y de la
cual no estamos muy alejados de aceptar optimistamente condiciones similares a
las historias que nos narra la literatura y el cine, historias que en muchos
casos nuestra realidad ha superado o nos encontramos inmersos en esas
condiciones sin darnos cuenta, aunque la miremos inocentemente en una pantalla
de cine.
Basta
caminar o andar en bicicleta para sentir y mirar de frente la injusticia y la
muerte que esta frente a nosotros, todos los días en ciudades como la nuestra, un grupo de
policías lleva detenido a un comerciante que para sobrevivir, para alimentarse
y para ser como le dice la moda que debe ser, sale a luchar todos los días para
vender algo y auto emplearse pues el colegio donde trabajaba como maestro decidió
contratar a una persona sin preparación, tacto o ética, pero que se le puede
explotar por menos.
Policías
detienen a 11 inocentes manifestantes que gritan su rabia, su irá, que gritan;
JUSTICIA por otros 43 jóvenes desaparecidos, mientras en las calles andan
libres aquellos que liberan balas, que extienden el manto de sangre y muerte,
que junto a la policía se enriquece del negocio del narcotráfico.
Y
aquí andamos inmersos todos en la aparente libertad, en la aparente paz de la
cual habla y habla y habla el títere del Estado, sea Obama o Peña, títeres todos
en un teatro guiñol, mano invisible,
manos de ese puñado de ricos que dominan el mundo, manos de ese puñado de ricos
que piensan huir al planeta Marte cuando el infierno estalle para todos.
Mientras
tanto optimistas jugamos a ser quienes aspiramos a ser o quienes nos han dicho
que debemos ser, optimistas dotamos de tecnología a nuestros hijos y los
aislamos de la realidad, del amor, de la convivencia, de la construcción de la
paz que deben aprender a construir con todo ser vivo, optimistas dotamos de
tecnología a los niños sin aprovechar toda la literatura, la música, y el cine
que podrían llevar en sus manos.
Nada
común importa en la era de postmodernidad y el individualismo que menciona
Gilles Lipovestky, todo se escurre en la modernidad líquida como bien lo dijo Zygmunt
Bauman.
No es determinismo,
ni catastrofismo mi pensar, soy poeta, vivo de la ilusión, la esperanza y el
activismo, rechazo el optimismo, lo convierto en activismo, estoy harto de esa
mano invisible, de que las decisiones que tome estén limitadas a incisos, el
cambio es posible, terminar rotundamente con el neoliberalismo, con la
inequidad, la injusticia, la discriminación y el crimen es posible, soy testigo
de esos cambios y no se resumen en un cambio de sol o de luna, somos humanos y
existe el error, pero aprendemos del error y revolucionamos, los cambios
requieren muchas puestas de sol, muchas hermosas lunas, que no desesperen los individuos,
somos infantes en un planeta que nos lleva miles de años de evolución, debemos
volver a poner en orden la vida en este mundo, en equilibrio, para que el curso
básico de injusticia sea solo un minuto en el tiempo y un buen documento para
no olvidar junto con toda la Historia humana lo terrible y ominoso que podemos
ser.
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