Jair Valdés.
Casi
todos los días un Historiador, un docente, algún profesionista cuya herramienta
de estudio es la historia se topa con la clásica sentencia: Que hueva;
Historia.
¿Historia
para qué? Si bien es difícil hacerles entender a nuestros compañeros la
importancia de la historia, nosotros cuya herramienta de trabajo es su estudio,
es importante tener bien en cuenta este cuestionamiento y no solo este, sino
que vendrían a complementarlo algunas otras incógnitas sobre el papel que está
jugando como área de conocimiento.
El
hecho de que en muchas generaciones esta palabra genere aversión, flojera,
hartazgo o “hueva” es precisamente porque se han apropiado de ella y no han
encontrado la forma de transmitirla correctamente a las generaciones actuales.
No
solo el gobierno ha sido el culpable de la mala utilización de personajes,
guerras, causas y motivos para vincularlos con movimientos y actos políticos
que influyan positivamente en los partidos de mayor poder, ahora podemos decir
que no solo el gobierno es responsable de esta atrocidad, los poderes facticos
y los medios de comunicación manipulan la historia políticamente para
beneficiarse.
Los
historiadores y los pedagogos deben emprender un camino por medio del cual
encontrar la manera más eficaz de llegar a las nuevas generaciones.
Muchos
de los jóvenes crecieron relacionando la historia con por ejemplo, los días
festivos, el pozole y el tequila el 15 de septiembre, las banderas que adornan
los salones este mes, los tediosos honores a la bandera de todos los lunes, los
puentes vacacionales.
Un
dos de octubre por ejemplo, para muchos adultos y jóvenes es la lección que debieron
de aprender quienes andaban de “revoltosos”, la guerra de baja intensidad en
Chiapas o en Guerrero contra el EZLN o el EPR, es para la mayoría el control
del gobierno sobre fuerzas separatistas que seguramente obtienen recursos del
narcotráfico y que buscan desestabilizar el buen gobierno de México, así pues
para muchos que escuchan y ven la historia contaminada por conceptos como: “revoltosos,
separatistas o huevones” etiquetas que provienen de los gobernantes y
difundidas por sus canales de comunicación, entienden la historia como hechos
aislados a su vida y que no tienen nada que ver con su economía, su educación y
su destino.
Para
el grueso de la población acercarse a la historia es una labor titánica pues
primeramente acceder a un libro es costoso, leer es un hábito no inculcado y
además pedagógicamente no se construyen las vías adecuadas para la comprensión,
entendimiento, análisis y crítica de los hechos y sucesos pasados y actuales
que convergen y se entrelazan para configurar el contexto actual en el que
vivimos que resulta ser nuestro presente y futuro.
Así
entonces en México para cualquier hijo de familia la revolución es igual a un
día feriado, y la independencia es igual a reunirnos para comer y beber
alcohol.
México
no es el único país donde la historia se moldea a conveniencia de los que
gobiernan, o donde se destacan detalles irrelevantes, más sin embargo es
necesario comenzar con los análisis en casa y en esa línea otro hecho es que conocemos mejor las alineaciones de los
equipos de fútbol o el día a día de una telenovela o un reality show que las
causas que originaron la lucha de Independencia de México.
Teniendo
en cuenta que quien está en el poder nos venderá durante su gobierno hechos
pasados que justifiquen su actual labor o misión, un gobernante espurio
ordenara que durante su gobierno se hable de aquellos personajes históricos que
ocuparon un cargo ilegítimamente o se “compartirán las ganancias” de la
extracción de petróleo con empresas extranjeras, justificando que el petróleo es
nuestro en un comercial con la imagen de fondo de Lázaro Cárdenas.
En
lo personal siento que muchos historiadores están inmersos en un sueño, la gran
mayoría no está actuando en favor de su sociedad, creo que es muy limitada
también la participación del maestro, si bien su papel no será manipular al
alumno a irse a la izquierda o a la derecha, si debe mostrar una visión más crítica,
analítica y profunda.
Mientras
no hagamos nada por cambiar el sentido o la noción que tiene la gente de la
historia y su objeto de estudio, la sociedad siempre la etiquetara como algo
inservible, hechos pasados que no repercuten en el presente.
La
legitimidad de la historia y la política se ha perdido porque no hemos contado
las crónicas, de los que han luchado para transformar sociedades que vivían en
la oscuridad, porque no hemos dado importancia a comprender el arduo trabajo que se dio para que la mujer
votara, que los negros tuvieran un poquito más de respeto, está en nuestras
manos devolverle la legitimidad a la Historia, a la educación y a la política.